Boletín #22

"El sacrificio de Isaac". L.Giordano

"ELLO HABLA POR SI SOLO", EN LA CARNE Y SIN LLEGAR AL DICHO.
LO QUE NO ES ANUDADO POR EL FALO

Piedad Ortega de Spurrier,
Sesión del 14 noviembre 2015

DE UN PADRE GOZOSO A UN PADRE DEL NOMBRE,"STEPHEN DÉDALUS JOYCE".

María de Los Ángeles Morana
Asociada NEL Cali
Lacan sostiene que el síntoma joyceano parte de que su padre era carente (1). En el Retrato, Joyce, a través de su alter ego Stephen, ilustra que bajo la voz del super-yó (2) y falto de un padre que abra el camino al Otro sexo el protagonista hace su nudo vía "la escritura del ego" con el recurso al nombre.

Que el eco de la potencia mortífera de las palabras del Otro grabadas en la carne deje lugar a la carcajada (Joyce se divertía escribiendo), es una obra. La narración comienza en tercera persona con el cuento del nene mirado por el padre (3) y concluye en primera con la invocación de Stephen, no a su padre, sino al antepasado de la genealogía, para amparado en él, ir a la forja de la que brota el libro sobre el soporte de la desarmonía constitutiva de la lengua.

En el cuerpo infantil resonaba, como sanguijuela que arranca no la enfermedad sino la vida, una canción sobre las terribles consecuencias de no pedir perdón.

Al dejarle en el internado su padre le dijo que jamás acusase a un compañero. Así soportó sucesivas injurias defendiendo solo a Byron.

Sale del silencio temeroso en relación al prestigio paterno cuando responde con ironía a la pregunta de Cranly, describiéndolo como buena persona, estrafalario, bebedor y "ensalzador de su propio pasado". Nuevo retrato del padre hacia el fin del Retrato en el que sus rasgos bonachones ceden lugar a su perorata, capricho e indolencia cuando la esposa le pide moderarse.

De aquí que la pregunta por el padre formulada por Roche siga en suspenso hasta que Stephen, cambiando el número de su pupitre, encuentre escrito su nombre y, al percibir su propia ausencia, no sólo se diga: Stephen Dédalus, Colegio de Clongowes, Condado de Kildare, sino que constate que así como Dios se nombra Dios, él se llama Stephen. Función del nombre para anudar algo del crisol de sonidos al que llegamos e introducir contraste frente a la impotencia estructural del significante. Nombre que ayuda ante la insuficiencia de lo simbólico para cifrar algo de lo real [1].

Tras la quiebra paterna estudió por sus méritos. El director le propuso hacerse sacerdote. Joyce escribe que a Stephen ese llamado no le tocó "en lo vivo". Él se imaginaba como un ser aparte destinado a eludir todo orden. ¿Qué tocaría ese cuerpo que se goza por fuera del sentido? Dejar atrás pesares y deberes, tumbas de sus primeros años para "situarse él solo al lado del corazón salvaje de la vida" y encarnar el poder de su alma como el artífice cuyo nombre llevaba, portando en su corazón un grito: "¡Adelante!", dará un cuerpo al "symptôme" sustrayendo del sin (pecado) y transformando el descreimiento en el símbolo del Nombre del Padre, en hacerse a un nombre vía una escritura que descompone la palabra al punto de disolver el lenguaje (4).

Escribir a su modo: necesidad de un ego que se sostiene en la pasión de un oficio. Stephen Dédalus "el artista" cual el mitológico artífice del laberinto de Creta, de cuyas obras se dijo parecían vivas ¡Bous Stephanoumenos!, alusión al noúmenon, ¡Bous Stephanephoros!, amphora cuyo contenido se medía antiguamente en talentos.

A la orilla del mar camina Stephen Dédalus Joyce (5). Decidido a partir para vivir su vida lejos de Irlanda, su hogar y sus amigos. Los negros brazos de los buques y los blancos brazos de los caminos le llaman. Destinado a aprender su propia sabiduría, a convertirse en el artesano que fragua una escritura del sin sentido, invocando al antepasado para gozar de convertir la lengua en una obra.