ACTIVIDADES

Vector Epistémico

Seminario de Formación Lacaniana

SFL | 2017-2018

El lugar del Otro que es

Por Mercedes Iglesias

El Otro adquiere una significación muy distinta a partir de la última enseñanza de Lacan quien nos dice que hay el Uno o que hay de lo Uno. Como sostiene Miller en "El ser y el Uno",[1] si tenemos que caracterizar la enseñanza de Lacan podemos decir que siempre a lo largo de toda su enseñanza gira alrededor de un vacío central. Y, si lo hacemos a través de la arquitectura de su obra entonces distinguimos tres registros que serán también momentos: Imaginario y Simbólico que pasarán a ser 'sombras y reflejos' en referencia a lo real del Uno.

Miller intenta de múltiples modos mostrar las paradojas, las antítesis que se presentan a lo largo de la obra de Lacan. Así: determinación y contingencia, sintaxis y sentido por oposición al fuera de sentido, ley significante frente a lo real sin ley, y, siempre en esta lógica de oposición: el Otro y el goce. En cada uno de estos intentos algo escapa, algo huye, algo se fuga, hasta que se aborda la existencia del Uno. Para Miller, la exclusión de sentido fue la pasión de Lacan en tanto fue afectado, en tanto que la padeció.[2]

Por eso es que en su último curso Miller sostiene que tiene que saldar una cuenta con Lacan. Tanto en el Seminario 11 como en "Televisión", a su juicio, Lacan lo acusa de introducir el terreno de la ontología, y, sin embargo, sostiene: "el ontólogo era él". Al decir esto implica que en Lacan el problema del ser ha estado a lo largo de toda su enseñanza. Lo que pasa es que se negaba a darle el sentido que le daban los filósofos.

Entre las paradojas planteadas por Lacan y también por Freud, Miller ubica el campo del Otro que denominará ontología, por lo que es, y lo contrapone al campo de la existencia, de aquello que adquiere dimensión de existencia. Así, el Otro se ubica en el campo del Ser, de lo que es, pero no existe, y el Uno, lo real del Uno en el campo de la existencia que será el goce.

Si bien es cierto que el Uno existe y que es primero con respecto a todo lo que sigue, es también cierto que se borra, y de ahí en más, lo que tenemos es el 'ser'. Este ser está determinado por el Otro. Al decir el Otro ya estamos dando una dimensión del ser, por cuanto el Otro tiene muchos nombres, muchos modos en que podemos concebirlo, definirlo, atraparlo. Es un Otro que otorga un ser al parlêtre. Podemos preguntarnos ¿por qué no se quedó con el Uno?, ¿por qué no armó una clínica hacia la intervención del efecto traumático del acontecimiento de cuerpo? Miller responde: "Hay en Lacan un empuje al unarismo. Quiero decir, que el vector de su enseñanza conduce hacia una conjunción estrecha, una coalescencia entre significante y goce, que el pasaje a este Uno se encuentra vestido, que Lacan retrocede respecto de este empuje al unarismo hacia una triplicidad".[3] Es decir, que a nivel epistémico no abandona los tres registros de imaginario, simbólico y real. Los mantiene juntos y entrelazados a través del sinthome. Su topología es la aceptación una vez más de los tres registros.

¿Quién es este Otro que otorga un ser? De un modo muy general es el lenguaje. Pero este lenguaje, este modo de presentarse está dado por lo que llamó el Otro. Cada uno de estos otros otorgará una dimensión de respuesta al ¿quién soy? Toda esta lógica es ubicada para elaborar el sujeto del inconsciente y aparecerá bajo la falta en ser. Las pasiones del ser, tema de nuestras Jornadas pasadas, muestran justamente, cómo padecer es darse un ser. El Otro fue en un breve tiempo, el Gran Otro, el tiempo de la intersubjetividad. En el análisis, el sujeto le habla a un Gran Otro sin saber quién era este. Luego el Otro será el otro del Estadio del espejo, el otro de la imagen, otro que es extraño y ajeno al sujeto pero esta extrañeza le pertenece. Posteriormente viene toda su amplia trayectoria del registro de lo simbólico. Como ha señalado Miller en múltiples lugares, para Lacan lo simbólico era lo real que suponía una causalidad de lo imaginario. Tenemos así el Otro del lenguaje representado por los significantes. Es una etapa que dura mucho tiempo y es una etapa en la que predomina el optimismo con respecto al psicoanálisis. Sea a través del Otro del significante, sea a través de la estructura, se trata siempre de la eficacia de lo simbólico. Y, en consecuencia, de la capacidad clínica de intervenir en la estructura del inconsciente concebido como estructura y como lenguaje. Pero también como algo móvil, algo que se construye. Aquí es fundamental la presencia del analista, como decía É. Laurent, en cuanto que su presencia tiene un poder creacionista.

Vemos esta capacidad y este optimismo en el Seminario 4: Juanito logra con el sueño de las jirafas la transformación de una imagen dibujada en una bola de papel que es enteramente símbolo, y así movilizable, y él se sienta encima de su madre, reducida por fin a un símbolo.[4] "Todo lo que a continuación desarrolla Freud consiste en mostrar el efecto aniquilante, el carácter verdaderamente destructor, disruptor, del juego del significante con respecto a lo que se puede llamar la existencia de lo real. Jugando con el significante, el hombre cuestiona constantemente su mundo, hasta su raíz… en todo momento, se puede cuestionar cualquier sentido, en la medida en que se basa en un uso del significante".[5] Creo que esta eficacia de lo simbólico sigue teniendo vigencia en muchos análisis y que la diferencia está marcada más para el analista que escucha ya de otro modo y que sabe que esto será un momento, una mediación para acceder a otros niveles que no serán, como dice Miller, "la alegría de lo inteligible" sino que en un análisis se accede poco a poco a lo opaco y al sinsentido.

A nivel clínico, en toda esta etapa de lo simbólico, se trata entonces de que se ubique el sujeto del inconsciente para que haya una mutación del sujeto que permita justamente acceder al deseo. El Otro es el que permite acceder a un deseo pero a un deseo alienado. El final del análisis en esta época está marcado por el acceso a un deseo "que apunte al horizonte deshabitado del ser" [6] se trata de acceder a algo propio para diferenciarlo de la alienación en que fue constituido.

Más allá de esta lógica del sujeto, aparece la otredad de forma distinta a través del objeto a. Supone algo propio, la dimensión pulsional, fija, que en "La dirección de la cura…" es tratado como lo que resuelve la indeterminación del sujeto. Si está muy en nosotros es insoportable y si no lo está estamos buscándolo todo el tiempo en el Otro. Es un Otro que causa el deseo, pero es un otro desconocido. El sujeto coloca en el Otro esta dimensión del objeto a, el Otro es el que me lleva al matadero, el otro es quien me tortura, el otro me mira y me aniquila, todos los modos en que aparece en la clínica, la dimensión del objeto, es puesta fuera, y de modo pasivo. Lacan hace un largo recorrido para mostrar que el objeto no está fuera, que lo que es vivido como pasivo, es en realidad, causa, el objeto es activo, es agente. Este modo de presentarse el objeto expresa una gramática pulsional y hace consistir al Otro. Es por esto que la posición del analista será encarnar de algún modo este objeto a, es a esto a lo que se apega el sujeto, a su objeto. Lacan elabora un fin de análisis que consiste en atravesar este impasse. Con este atravesamiento del fantasma adviene una deflación del deseo, por cuanto se ha develado que la causa del deseo es este objeto, que es fijo con respecto a lo volátil o móvil del deseo y también del significante.

En toda esta trayectoria lo que tenemos siempre es un Otro donde alojar lo que se dice pero también el goce. El Otro es entonces el lugar obligatorio que permite al parlêtre darse un ser. Desde el momento que se introduce el lenguaje y la palabra hay otro, y así, creamos todas las ficciones necesarias para otorgar sentido. El parlêtre se otorga un ser y esto es decir, que tiene que dar sentido, y así, crea al Otro, a través de sus identificaciones, de su objeto a, todos estos otros, que son lugares donde alojar la división del sujeto en su dimensión significante y pulsional. Tal como señalaba Bentham, la palabra es capaz de crear seres, seres de ficción entre los cuales estará la novela familiar. Son creaciones de la palabra. "Es imposible hablar sin hacer reverencia al lugar del Otro".[7]

Este poder de creación de la palabra y del sentido puede ser interminable. Por esto es que leemos en el Seminario 19: 'el embarque en la semántica es el naufragio asegurado' lo cual remite a que toda operación que refiera al sentido naufraga. Naufraga respecto a qué? A tocar lo real. Por ello en la última enseñanza no se trata de creación ni de ser ni de sentido, ni del Otro del discurso. El Otro es el cuerpo, está dentro del terreno del tener un cuerpo, que será la base para que se produzca el acontecimiento. La incidencia del significante en el cuerpo genera el acontecimiento y, esto sí, será considerado algo del orden de la existencia. Mientras que el ser se escapa así como el sentido, así como el significante, el goce existe, no hay modo de abandonar este programa de goce.

"Si bien el sinthome es acontecimiento de cuerpo, Lacan nunca renunció a actuar a partir del lenguaje"[8] "El Otro no existe pero es, es un lugar del Ser, donde se inscribe un discurso".[9] Y en este sentido, el otro es el lugar que permite al parlêtre insertarse en él, crear un vínculo social, un lazo.

A juicio de Miller, toda la caída del ser y del sentido en Lacan comienza por la sexualidad femenina. No existe La mujer, existen mujeres y esta pluralización la llevará a todos los ámbitos. La pluralización que lleva al uno por uno de la existencia.

Por ello, la escucha analítica tiene como dos puntas: una que apunta a los diferentes modos que se ha constituido el ser del sujeto y del otro, el modo en que encarna el objeto a en el Otro y, otra, que lee la iteración del Uno, como algo fijo, que itera, que no adiciona como el significante sino por el contrario constituye una adicción.

Para concluir: 1) G. Brodsky señalaba en un seminario que dio en Montevideo, que no olvidemos que en la última enseñanza Lacan se preguntó por lo que no se cura, que el horizonte de Lacan está dado por lo que permanece. Que tenemos que leerla bajo esta perspectiva. Por lo tanto pienso que toda la enseñanza de Lacan establecida a través del Otro sigue siendo vigente, lo que cambia es que sabemos que existe el Uno. Así Miller sostiene: "No se puede decir que produce un cortocircuito… digo por el contario que no hay corte".[10]

2) Creo que si la enseñanza de Lacan bajo la égida del Otro fueron alrededor de 30 años, donde se explicitó esta lógica bajo diversos puntos, desde diferentes ángulos, es necesario que nos centremos muchos años más en entender este Uno no sólo conceptualmente sino a nivel clínico. El que itera es el Uno y es esta iteración lo que hay que explicitar y trabajar juntos. ¿Qué es eso que itera? ¿Cómo se lee?

3) Quizás lo que el Comité Ejecutivo planteó acertadamente como el agua y el aceite en torno a la relación de Asuntos de familia y Las psicosis, es decir, ENAPOL y el Congreso de la AMP, podamos artificialmente relacionarlas, sosteniendo que con Las psicosis abordaremos este Uno, esta pluralización de los nombres del padre, de las mujeres, de los parlêtres y, por el contrario, el ENAPOL, en Asuntos de familia, nos pregunta por el vínculo, por el lazo que se crea hoy en día a partir del Uno. Ya que Lacan sostiene que lo único que queda admitiendo el Uno, es un discurso, un lazo social.[11]

NOTAS

  1. Miller, J.A., Curso de La Orientación Lacaniana, "El ser y el Uno", clase del 19 de enero de 2011, inédito.
  2. Miller, J. A., Todo el mundo es loco, Paidós, Buenos Aires, 2015, p. 284.
  3. Miller, J. A., Sutilezas Analíticas, Paidós, Buenos Aires, 2010, p. 279.
  4. Lacan, J., El Seminario, Libro 4, La relación de objeto, Paidós, Buenos Aires, 2008, pág. 264.
  5. Ibíd., p. 294.
  6. Lacan, J., "La dirección de la cura y los principios de su poder", Escritos 2, Siglo XXI, Buenos Aires, 2002.
  7. Miller, J.-A., "El ser y el Uno", clase del 16 de marzo de 2011, op. cit.
  8. Miller, J.-A., "El ser y el Uno", clase del 9 de marzo de 2011, op. cit.
  9. Miller, J.-A., "El ser y el Uno", clase del 16 de marzo de 2011, op. cit.
  10. Miller, J.-A., "De la falta en el agujero", Freudiana Nº 70, ELP, Barcelona, 2014.
  11. Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aún, Paidós, Buenos Aires, 2001.