ACTIVIDADES

Vector Político

Seminario de Textos Políticos

STP | 2017-2018

¿Por qué el Pase determina la práctica analítica?

Por María Cristina Giraldo [1]

Presentarse al Pase es la manera que tenemos en nuestra orientación de que una experiencia analítica llevada hasta su término lógico tenga consecuencias políticas, epistémicas y clínicas a través de la enseñanza en la Escuela Una. Haya o no una nominación, el Pase marca un antes y un después que opera desde el final de la experiencia analítica, la demanda al Secretariado, las entrevistas con los pasadores, el dictamen del Cartel del Pase y más allá. El matema S(A / ) presenta la paradoja fecunda de demandar garantía a un Otro que se sabe inconsistente, del que ya no se espera y al que, sin embargo, se le demanda. Para ello se dan pruebas de que ese análisis llevado a término produjo un analista. Por tanto, el Pase no es sin el riesgo que comporta pasar de autorizarse a sí mismo a hacerse autorizar como AE, garantía que ni es del orden del ideal ni equivale al paraíso. La nuestra es una doctrina que se deja agujerear por el Pase, en lo que de la experiencia inédita de cada pasante se desvía de la doxa común, en la transmisión de eso que Miller -en su esfuerzo de poesía-, llamó los "pequeños hechos verdaderos sobre una pasión".[2] Es por la vía del trabajo de cada AE sobre lo inédito de su experiencia de análisis, que se reinventa y se vivifica la doctrina psicoanalítica con el Pase, que la misma no es letra muerta encerrada en la letanía de la repetición.

Si la autorización de sí mismo comporta un carácter subversivo, es a condición de sostenerse en el compromiso que se crea en el propio análisis para llevarlo a su conclusión lógica. La autorización de sí mismo contrasta con la demanda de ser autorizado por otros, demanda paradójica de una garantía que se sustenta en la inexistencia del Otro, pero que protege de encarnar al Otro completo en una autonominación que pagaría el costo de vulgarizar el propio análisis y banalizar la política del Pase. Una Escuela de analizantes se construye en el compromiso con el propio análisis, y ello compete tanto a la demostración de los AEs como a cada practicante del psicoanálisis. Vicente Palomera muestra el nudo indisoluble entre el propio análisis y la práctica: "el analista opera a la medida del análisis que ha hecho".[3] No tenemos ningún reaseguro de que los practicantes que se forman en la Escuela logren ser éxtimos al empuje de la época, y cuando no es así, vemos los efectos en modalidades del análisis y de la práctica serviles a la prisa, a lo ligth y al consumo. El Pase hace caer los falsos semblantes: no se pasa sin estar en potencia de pruebas.

"La dirección de la cura y los principios de su poder" no termina de transmitirnos lo que tiene por enseñar y nos lleva a revalorizarlo cada vez. Lo retomo para afirmar que presentarse al Pase hace parte de las decisiones forzadas de las que habla Lacan. Una consecuencia es la de encarnar las tres formas en las que, como analista, pago en mi práctica, sin que se trate de un pago sacrificial para el Otro, como sucedía antes del atravesamiento del fantasma.

Pago con mi persona, en tanto soporte de la transferencia. Pero más allá de la suposición de saber, lo que se localizó después del Pase fue la transferencia en su relación con el objeto a, así como en su dimensión política. La suposición de saber puede darse por Skype, por correo o por teléfono, pero la dimensión del objeto a anudada al acto analítico requiere del cuerpo vivo del analista presente en la experiencia. Las interpretaciones más decisivas y memorables de mi fin de análisis fueron interpretaciones áfonas, que hicieron marca en un ser de goce agujereado por el objeto voz.

Pago con mi palabra la forma de arreglo singular de mi esguince en la voz, en mis testimonios, en la enseñanza y en el corazón mismo de la práctica. Mi deseo de analista se afirma en una orientación: el analizante forma parte del concepto de interpretación; se interpreta lo que ya está. Mi fin de análisis elucidó en mi práctica la lógica de la cura de cada analizante, no sin el control del acto. Estar en el inconsciente real supone dejarse engañar por lo real y tener la experiencia de fenómenos extraños, de coordenadas sin sentido, lo que amplió y orientó mi escucha. Estoy advertida de mis restos sintomáticos y de la forma de arreglo que me corresponde inventar cada vez con lo imprevisto.

Finalmente, dice Lacan, el analista paga "con lo que hay de esencial en su juicio más íntimo para mezclarse con una acción que llegue al núcleo del ser".[4] Si la inhumanidad de mi analista me llevó hasta lo más singular, es de eso irreductible que surge un estilo propio, que apunta al síntoma fundamental de mis analizantes.

NOTAS

  1. Primera de la serie de conversaciones políticas en las Sedes de la NEL, en el marco del Seminario de Textos Políticos (STP), NEL-Bogotá 7 de Mayo de 2017, con la participación de Gustavo Stiglitz.
  2. Miller, J.-A., Donc La lógica de la cura, Paidós, Buenos Aires, 2011, p. 71.
  3. Palomera, V., "Reflexiones sobre la enseñanza y el control" Palabra y silencio en psicoanálisis, Conversación "La formación analítica hoy", Coordinada por Éric Laurent, Escuela Lacaniana de Psicoanálisis del Campo Freudiano, ELP, Madrid, 2001, p. 30.
  4. Lacan, J., "La dirección de la cura y los principios de su poder" (1958), Escritos II, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 1975, p. 567.