ACTIVIDADES

Vector Político

Seminario de Textos Políticos

STP | 2017-2018

El pase una prueba para dispersos descabalados

Por Mayra de Hanze, Compiladora

En 1937 Freud escribe a su interlocutor Fliess sobre el fin del análisis, "La conclusión asintótica de la cura me resulta en esencia indiferente, decepciona más bien a los profanos"

He de entender por conclusión asintótica la condición del final o término de un análisis en relación a la pervivencia de restos sintomáticos, efectos inconstantes del análisis, efectos o fenómenos residuales.

(…)No obstante, no tengo el propósito de aseverar que el análisis como tal sea un trabajo sin conclusión. Como quiera que uno se formule esta cuestión en la teoría, la terminación de un análisis es, un asunto práctico.

(…)Tanto en los análisis terapéuticos como en los de carácter es llamativo el hecho de que dos temas se destaquen en particular y den guerra al analista en medida desacostumbrada. Los dos temas están ligados a la diferencia entre los sexos; uno es tan característico del hombre, la protesta masculina a la pasividad ante otro hombre, y el otro, propio de la mujer, la envidia del pene. Ambos han de dar cuenta al término de un análisis con el basamento rocoso de la castración [1] Sigmund Freud. Análisis terminable e interminable, 1937, T XXIII, Amorrortu editores.

Treinta años después Lacan propone a los analistas de la Escuela fundada por él, la práctica de un dispositivo que rompe con las igualdades, introduce la desigualdad entre jerarquía y gradus, como un intento de distinción respecto de la experiencia y el saber en psicoanálisis.

El concepto mismo de analista de la Escuela que propone Lacan es una verdadera descomposición espectral de todos los problemas de reconocimiento y distingue el autorizarse a sí mismo, performativo, que dice: soy, y al que no se le responde; lo eres, sino; lo has dicho, la cuestión es cómo sostendrá el haberlo dicho. De una segunda vertiente, el ser autorizado por otros; es lo que se llama la garantía, y plantea un problema de selección que entra en conflicto con la estructura igualitaria definida en 1964 por Lacan, porque pone en tensión la relación entre poder y saber.

El dispositivo sobre el que se asienta esta Proposición, la llamó, Pase y es el intento de Lacan por definir una evaluación del psicoanalista, de un sujeto que antes de haberlo hecho y sobre la base de la transformación que sufrió en su propio análisis, sería capaz de ejercer el psicoanálisis. Sin duda es del orden de la conjetura. Esta vez no se trata en absoluto de un esfuerzo para evaluar la competencia psicoanalítica, sino para apreciar el resultado al que este sujeto llegó en su análisis y preguntarle qué ocurre con esto en él. ¿Qué consecuencias extrajo? ¿Qué aprendió? ¿Por qué esto le hizo pensar que él también podría ocupar bien el lugar de analista? ¿Piensa que puede curar? ¿Puede aportar algo nuevo al psicoanálisis?

Es decir, por primera vez en la historia del psicoanálisis se trata de una evaluación de la calidad del analista, del orden conjetural. [2] Jacques Alain Miller El Banquete de los analistas.

De este modo, dicho dispositivo conjetural y performativo encarna dos versiones.

Registramos una primera versión del pase en 1967 concebida por Lacan como producto de su seminario "Lógica del fantasma" y antes de empezar el seminario "El acto psicoanalítico", es el pase concebido como una experiencia destinada a ser verificada en un marco institucional. La proposición del pase supone que al final hay saber, ese saber se refiere al deseo, se refiere al sujeto como ser de deseo, y tanto más cuanto que él define el deseo como un problema que tiene una solución. Es el término que encontramos en el programa de los EA. El AE es invitado a "testimoniar sobre los problemas cruciales" del psicoanálisis, ya que se considera que él resolvió su problema, resolvió su deseo como sujeto, el problema particular de su deseo, y eso entonces lo pondría en condiciones de testimoniar sobre los problemas cruciales del psicoanálisis. La experiencia analítica es allí concebida como la experiencia de un sujeto que lucha con un problema. Y el término problema reclama el término solución, una solución a la que Lacan llama pase. Distingue dos soluciones que el sujeto encuentra al problema del deseo, una negativa y otra positiva, que son correlativas, - phi, la solución negativa y se indexa como la hiancia, del complejo de castración y a la solución positiva, el objeto causa del deseo, incluso causa del fantasma. En el nivel del –phi el sujeto descubre o se le revela que el deseo no recubre más que un deser, y en a, el ser no se encuentra en el nivel de la mira del deseo, sino en el de su causa. En estos términos, Lacan anticipa, a partir de su experiencia, lo que será la experiencia del pase.

Este desenlace es una solución en términos epistémicos, pero implica lo que Lacan llama un viraje, una metamorfosis situada en el nivel del ser del sujeto, y esto significa que esta adquisición de un saber -saber que soluciona- introduce una transformación del ser. No es entonces un simple aprendizaje que se añade a lo que somos, sino que supone una mutación, una metamorfosis del ser. Antes el sujeto era un ser que no sabía la causa, y después se convierte en el ser que sabe la causa. Eso constituye, para Lacan, un rechazo del ser anterior. Eso explica la fórmula romántica empleada para calificar ese deseo último, el "saber vano de un ser que se sustrae". El enlace efectuado entre el saber y el ser tiene una consecuencia paradójica: sabemos perfectamente lo que ya no somos.

El pase como procedimiento institucional capta ese viraje, cuando acaba de producirse, justo en el instante en que ese saber "de un ser que se sustrae", está a punto de desaparecer, a punto de evacuarse como vanidad. Lacan coloca en su sitio; que el sujeto analizado sabe lo que él es, pero precisamente cuando ya no es. [3] Jacques Alain Miller. El lugar y el lazo, clase 3 de mayo 2001.

La segunda versión del pase, está marcada por un laconismo, por una brevedad en la expresión y tiene como referencia el Prefacio a la edición inglesa del Seminario 11, ahí dirá; designé con el pase esta puesta a prueba de la hystorización del análisis, cuidándome de no imponer este pase a todos, porque no hay todos en este punto, sino dispersos descabalados. Lo dejé a disposición de los que se arriesgan a testimoniar lo mejor posible sobre la verdad mentirosa.

Queda el interrogante de lo que pueda empujar a alguien, sobre todo después de un análisis, a hystorizarse por sí mismo.

¿Cómo puede ocurrírsele tomar el relevo de esa función?

En consecuencia, ¿por qué no someter esta profesión a la prueba de esa verdad con que sueña la función llamada inconsciente, y con la que hace chanchullos? El espejismo de la verdad, del que solo cabe esperar la mentira (lo que cortésmente llamamos resistencia), no tiene otro término que la satisfacción que marca el fin del análisis. Uno lo sabe, uno mismo, cuando el espacio de un lapsus, ya no tiene alcance de sentido. [4] Jacques Lacan. Prefacio a la edición inglesa del seminario 11, Otros escritos.

En el pase de los dispersos descabalados, Lacan ha soltado la mano de Freud para tomar la ruta de Joyce, allí donde se está seguro que un lapsus no va en busca de sentido, el testimonio de los dispersos descabalados, es fragmentario, imperfecto, defectuoso.

Leonardo Gorostiza comentando el testimonio de María Cristina Giraldo, dirá; voy a situar primero qué desvío introduce con respecto a la doxa común. Pensaba que en general, cuando hay estrago materno, uno diría que primero es necesario, como tiempo lógico, producir una rectificación de la función del padre. Es decir, rectificar lo que estaría incumplido en la metáfora paterna, para luego producir el acceso a la dimensión de ese Otro goce, el goce femenino. Y María Cristina dice, que no es así, en su experiencia. Dijo: "El límite al estrago no vino del Otro, por más que lo demandara"-que sería una demanda al Padre- sino de su experiencia de su inconsistencia: la de un A/ que se calla". Y luego agrega: "El "no" al estrago provino de mí, como revés del trauma, y no del Otro". [5] Bitácora Lacaniana. Violencias y explosión de lo real, Número Extraordinario, Abril 2017.

En todo caso los últimos atisbos que nos dejó Lacan sobre el final de análisis, constatan en el dispositivo del pase la marca de un momento sobre algún arreglo satisfactorio que se ha tenido, una solución que dejó contento que no es ni el final de los finales ni un final sin vuelta atrás. Es la consagración de un recorrido cuyo final es en cierto sentido contingente. Es un arreglo, porque toda la clínica borronea no es una clínica de atravesamiento sino que es una clínica de arreglos, de estiramientos, de reacomodaciones sin corte. [6] Graciela Brodsky. Endgame, pág. 75, Caracas, 2012.