ACTIVIDADES

Vector Político

Seminario de Textos Políticos

STP | 2017-2018

Escuela, pase y fin de análisis. Conversación política [1]

Por Adolfo Ruiz

¡Qué frágil es el psicoanálisis! ¡Qué delicado! ¡Y qué amenazado está siempre!
Solo se sostiene por el deseo del analista de dar lugar a lo singular, a lo singular del Uno.
J.-A. Miller

A mediados de agosto, unos días antes del ENAPOL, realizamos en la NEL-Medellín una jornada de Carteles a cielo abierto, en la que se presentaron productos de Carteles desarrollados dentro de la experiencia "Proliferación de carteles", impulsada desde hace un tiempo por la Coordinación de Carteles de la Sede. En dicha Jornada, coordiné una de las mesas, y al presentar a los participantes de la misma me pareció pertinente subrayar el estatuto de su vinculación con la Sede: "amigo de la Sede", "participante del CID-Medellín", "Miembro de la NEL-Medellín y de la AMP". Se me hacía presente, una vez más, -en ese momento y al escuchar los diversos trabajos que se presentaron en la Jornada- la pregunta por algo que, aunque aparentemente es obvio, puede tender a quedar soslayado en el día a día de la experiencia de la Escuela: lo que implica ser Miembro, ser Asociado o estar como "Amigo de la Sede o de la Escuela". Y también resonaba en mi algo de una de nuestras anteriores Conversaciones políticas.

Miller señala que la Escuela "surge bajo la forma de deseo" y es algo de eso lo que quisiera retomar de esa Conversación a la que aludo, puesto que me parece suficientemente importante para volver sobre ello: el deseo de Escuela. En su oportunidad se puso en relación con el deseo del analista: Deseo del analista, deseo de Escuela, deseos que, en la Escuela, tal como la instituyó y estructuró Lacan, están en relación moebiana: no son el uno sin el otro. El deseo de Escuela no es un deseo vago, no es un deseo anónimo, es un deseo que se constata tanto en los acontecimientos de Escuela, esta Conversación, por ejemplo, como en los "actos de Escuela". Por otra parte, el deseo del analista es lo que está en la base de lo que Miller llama, apoyándose en Lacan, el verdadero psicoanálisis. El acto analítico, nos dice, "depende y compete al deseo del analista".[2] Este acto -el acto analítico- es el hecho del deseo del analista. Es decir, el deseo del analista no abre a una perspectiva del hacer sino que se sitúa en relación al acto, el acto analítico.

Dentro de los diversos puntos que Leonardo Gorostiza señala en su texto Una demostración encarnada,[3] en el que recoge sus aportes para el informe que el Cartel del pase presentaría al Secretariado del pase de la AMP en torno a la cuestión de la nominación (a partir de qué se nomina o no se nomina), hay uno que quiero destacar en tanto me parece que toca de manera particular la experiencia de la Escuela y que es, desde mi punto de vista, un asunto de política lacaniana, en tanto algo que tiene que ver con el lugar que le damos al pase en la Escuela.

En relación con el pase, entre la lógica y el afecto Leonardo propone la demostración encarnada que daría cuenta, a su vez, de una lógica encarnada, anota, y es el punto que quisiera destacar, que, dice Leonardo: "Considero que sigue teniendo plena vigencia e importancia situar, cuando es posible, el despuntar del deseo del analista o, al menos, de qué manera la experiencia analítica modificó la práctica del pasante".

Destacar en el pase la vigencia e importancia de situar este "despuntar del deseo del analista" implica, a mi entender, varias cosas. De un lado, que este deseo no va de suyo, que no es algo que pueda suponerse como necesariamente presente en el analizante, aunque este sea Miembro de una Escuela. De otra parte, reafirma, por esta vía, la diferencia esencial que hay entre el deseo del analista y el deseo de ser psicoanalista. Y finalmente, establece una relación de este deseo, de su "despuntar", con el acontecimiento de pase y por lo tanto con el final del análisis.

Cuando Lacan, en su proposición a la Escuela -presentada el próximo lunes hará 50 años-, introduce el pase como dispositivo del cual puede desprenderse una nominación de Analista de la Escuela, lo que intenta es establecer una conjunción, hasta ese momento inédita, entre lo que ocurre en la experiencia de un analizante en su análisis personal y lo institucional.[4] Anudar la experiencia del análisis y lo institucional, rompe con lo hasta entonces establecido y hace a lo que es propiamente la experiencia de Escuela.

A propósito de esto, Miller señala que ello comporta un escándalo. Afirma lo siguiente: "El sentido del pase, y es sin lugar a duda un sentido que tiene que ser renovado, rejuvenecido, refundado entre nosotros, el sentido -es el escándalo del pase-, es que la calidad de psicoanalista, si puedo nombrarla así, no tiene como tal, en su fundamento, nada que hacer con la profesión de psicoanalista; esta calidad no se adquiere, no tiene ninguna chance de adquirirse sino llevando a su término la experiencia del sujeto como psicoanalizado".[5] Miller apunta al escándalo de que el psicoanalista no devenga de su práctica sino de su propia experiencia como analizante y de que esa experiencia haya sido conducida a un final de análisis. Ello, sin duda, no es sin el analista, pero tampoco sin el trabajo decidido del analizante y sin su relación con el psicoanálisis en tanto analizante. En "El lugar y el lazo" Miller reafirma esta perspectiva: "Un analista no puede ser el lugar que hace falta, no hay analista incluso, más que a condición de tener un lazo con el psicoanálisis en calidad de tal. De uno u otro modo el psicoanálisis debe estar allí. … Si un psicoanalista no juega su partida en relación con el partenaire-psicoanálisis, no hay psicoanálisis".[6] Y esto hace también a la experiencia de la Escuela en la que el criterio es: en cada cosa, el psicoanálisis. Esto debería ser, anota también Miller, como en las novelas de Balzac, donde, según Baudelaire, "incluso los porteros tienen genio". En una institución analítica o un lugar analítico, todo es analítico.[7]

En su Acto de Fundación, Lacan deja explícito que la construcción de la Escuela es algo que incumbe a los analistas practicantes y a los analizantes, pero también a no analistas. Pero es claro que cuando Lacan instituye la estructura de funcionamiento de la Escuela, sitúa en primer lugar lo que él llama la "sección de psicoanálisis puro", que no es otra cosa que la manera como plantea en este momento la cuestión del psicoanálisis didáctico y la problemática de la formación del analista, formación ajena a cualquier pedagogía. Establece, entonces, la Escuela en tanto Escuela de analizantes. Y creo que anticipa de alguna manera la propuesta del pase, cuando afirma, al empezar a desarrollar lo atinente a la sección de psicoanálisis puro, que "Los problemas urgentes a plantear sobre todos los desenlaces del didáctico, hallarán aquí la manera de abrirse camino mediante una confrontación mantenida entre personas que tengan la experiencia del didáctico y candidatos en formación".[8] Sin duda el problema del final, o mejor de los finales de análisis –"todas las salidas del didáctico"–, era para él algo urgente. Y al plantearlo de esta manera, en esta experiencia inaugural que funda la Escuela, sitúa el lugar insoslayable del final de análisis y el pase en el corazón y en la razón de ser de la experiencia de Escuela.

En este mismo texto, un poco más adelante, se refiere de manera explícita al tema del análisis didáctico, y afirma que "El único principio cierto que se puede plantear, y tanto más cuanto que se lo ha desconocido, es que el psicoanálisis es constituido como didáctico por el querer del sujeto, y que éste debe estar advertido de que el análisis pondrá en tela de juicio ese querer, en la medida misma en que vaya acercándose al deseo que encubre".[9] Si bien no hablamos hoy de análisis didáctico, no deja de sorprender la perspectiva que Lacan introduce aquí y que, creo entender, apuntaría de nuevo al problema del fin de análisis y del deseo del analista, en lo que tiene que ver, en la Escuela, con el lugar de Miembro de la Escuela, en tanto esta sea, para cada uno, una "Escuela de analizantes", en la perspectiva de lo que esta expresión verdaderamente vale. Sobre esta decisión de constituir el psicoanálisis como didáctico –en la perspectiva del trabajo decidido por llevar la experiencia a un final–, los testimonios de los AEs, especialmente los primeros testimonios, suelen dar pistas importantes.

Es muy interesante el hecho de que cuando Miller introduce un replanteamiento de su posición frente al problema del Psicoanálisis puro y el psicoanálisis aplicado, y plantea lo que finalmente llama "un retorno a Lacan",[10] el hueso de su argumento lo constituye, de manera ineludible, el pase y la Escuela. El verdadero psicoanálisis, reafirma, es el "Psicoanálisis puro" y es en relación con él que, en una "lógica encarnada", se sitúa la formación del analista y el "despuntar" de su deseo de analista.

Si bien el pase, sin desmedro de su posición central en la experiencia de Escuela, no se plantea en el lugar del ideal como un "para todos", ¿qué lugar tiene, para cada uno, el fin de análisis? Miller afirma, en "Retratos de familia", que en el procedimiento del pase, el pasador "sólo vale … si él … se plantea una pregunta, la pregunta por el propio pase, sólo si el pasador está bien motivado por la pregunta del pase".[11] De manera análoga, me cuestiono si el Miembro de la Escuela, en tanto que analizante, vale si se plantea la pregunta por el propio final de análisis, por la decisión de llevar su análisis a un final.

NEL-Medellín, Octubre 7 de 2017.

NOTAS

  1. Con la participación de Silvia Salman, María Cristina Giraldo y Piedad Ortega de Spurrier.
  2. Miller, J.-A., Sutilezas analíticas. Buenos Aires: Paidós, 2011. P. 40
  3. Gorostiza, L., Una demostración encarnada. Revista Lacaniana de psicoanálisis. Año XII, Número 22, Abril de 2017. P. 81-85
  4. Miller, J.-A., La doctrina secreta de Lacan sobre la Escuela. El caldero de la Escuela. Nueva serie. Publicación de la Escuela de la Orientación Lacaniana. Número 24. Año 20015. P. 2
  5. Miller, J.-A., Cómo se deviene psicoanalista en los inicios del Siglo XXI. El caldero de la Escuela. Nueva serie. Publicación de la Escuela de la Orientación Lacaniana. Número 15.
  6. Miller, J.-A, El lugar y el lazo. Buenos Aires: Paidós, 2013. P. 16
  7. Miller, J.-A., La doctrina secreta de Lacan sobre la Escuela. Op. cit. P. 5
  8. Lacan, J., Acto de fundación. En: Otros escritos. Buenos Aires: Paidós, 2011. P. 248
  9. Idem p. 252
  10. Miller, J.-A., Sutilezas analíticas. Op. cit., P. 17
  11. Miller, J.-A., Retratos de familia. Virtualia. Revista digital de la EOL. N°. 32, Septiembre de 2017, Año XVI. Disponible en: http://www.revistavirtualia.com/articulos/449/virtualia-33/retratos-de-familia