ACTIVIDADES

IX ENAPOL

La NEL hacia el X ENAPOL

Odio, cólera, indignación.
Desafíos para el psicoanálisis

14 y 15 de Septiembre de 2017

Centro de Convenções Rebouças
São Paulo - SP, 05402-000, Brasil


 

Argumento

IX ENAPOL

Tres pasiones: odio, cólera, indignación. Surgen de la civilización; más exactamente, del campo de las relaciones políticas y sociales en que nos insertamos hoy a partir de lo que designa el significante amo de la civilización contemporánea. La hipermodernidad se caracteriza, en palabras de Lacan[1] retomadas por J.-A. Miller[2], por el ascenso al cenit del objeto a. Corolario de la declinación del Nombre-del-Padre, el imperativo de goce aparece en la escena de la civilización con su rostro feroz y obsceno. Por lo tanto, esta tríada surge de la fuente misma de la cual emana tal imperativo.

Además, surgen de los efectos por los cuales la hipermodernidad, munida del capital aliado al cientificismo, degrada al sujeto de la palabra a la condición de mero desecho. Por lo tanto, es en la perspectiva de una política, más precisamente de una política del síntoma, como reunimos estos tres significantes, en el intento de leer el malestar vigente impulsado, siempre, por la incidencia de la pulsión de muerte.

A través de este tema, tendremos entonces la oportunidad de extraer más consecuencias clínicas y políticas, así como de situar el psicoanálisis en relación con su incidencia en el mundo. Para ello, y sosteniendo la lógica de este argumento, hagamos un breve recorrido por cada uno de ellos, dando las primeras coordenadas de un trabajo que se desarrollará durante un año, con su punto de precipitación fechado en el mes de septiembre, en San Pablo.

Odio, cólera e indignación son tres significantes que en el psicoanálisis han recibido elaboraciones tan dispares como los desafíos que ellas plantean a los analistas. J.-A. Miller señala que el analista no es como el sabio, que aspira a que las pasiones no lo conmuevan, sino como el santo asediado por esas pasiones que suscita y para las cuales no hay tregua.

De esta tríada, la primera que ingresó en la experiencia analítica y recibió de Freud cierta elucidación fue el odio. ¿Cuál es nuestra apreciación actual de esta pasión fundamental?

 

Odio

A partir de Freud, podemos resumirla como sigue. En el complejo de Edipo, el odio corresponde al deseo de muerte alimentado por el sujeto hacia el rival en el amor. Si la libido se enlaza con la crueldad, el odio puede derivarse del amor. Reprimido, el odio puede reforzar un amor intenso, o bien constituir la fuente de una hipermoral o de síntomas obsesivos. Un enamoramiento incipiente suele ser percibido como odio, un amor al que se deniega satisfacción se traspone fácilmente en odio, y en ciertos estadios del enamoramiento ambos sentimientos pueden coexistir. Lo que Freud llama ambivalencia tiene su fuente en el complejo paterno vinculado al crimen primordial. Pero amor y odio no tienen un origen común, sino desarrollos diversos antes de devenir opuestos bajo el influjo de la polaridad placer-displacer y de la organización genital. El odio es más antiguo que el amor: es rechazo, expulsión del Otro, y se remonta a la Ausstoßung aus dem Ich (expulsión fuera del sujeto) que constituye a lo real como lo que subsiste fuera de la simbolización. Ese aspecto original del odio es relevante, no sólo en lo que dice de la vida amorosa de un sujeto (incluida la transferencia analítica), sino también en relación con los fenómenos de masa.

Lacan propone leer el odio como una pasión del ser, al mismo título que el amor y la ignorancia. En efecto, el odio es, al igual que los otros dos, una vía en la que el ser puede formarse negando el ser del otro. Al insertar el odio en este triángulo, Lacan inaugura su crítica de la noción freudiana de ambivalencia, reconociendo el par amor-odio como la cara única de una banda de Moebius, pero tomando en cuenta que Freud demostró que sus dos aspectos no tienen soporte común. Los tres registros (imaginario, simbólico y real) permitieron situar en lo imaginario el odio nacido del interés que en los celos manifiesta el sujeto por la imagen del rival, y también la destrucción del otro situada en un polo de la relación intersubjetiva.

La crítica de la ambivalencia culminará en la noción de odioamoramiento, neologismo acuñado por Lacan[3] como un modo de poner en su lugar el odio –que se dirige al ser– y el amor –que no implica el bienestar del otro.

J.-A. Miller enlaza la castración femenina con el odio a la feminidad y, de manera similar, el goce del Otro al odio racista. Ambas fórmulas podrían reducirse a una sola: se odia la manera particular en que el Otro goza, justamente porque no es la propia o porque sustrae la propia. Pero ese Otro es Otro en mí, o sea que la raíz del racismo es el odio al propio goce. Sin embargo, ¿cómo entender la violencia que ese racismo puede suscitar? Hay aquí algo en lo que debemos detenernos: la distinción entre odio y violencia. El odio al goce del Otro es lo que Lacan refiere al kakón. ¿Es entonces el odio un modo de constituir al Otro, aunque más no sea mediante su exclusión?

Aquí afrontamos una cuestión crucial: el crecimiento del racismo en el mundo ¿obedece acaso a la tentativa de restituir al Otro? El avance del pensamiento xenófobo, junto al aumento de los movimientos de extrema derecha cuya consigna gira en torno al odio, ¿no están al servicio de eso mismo?

También nos interesará profundizar en la distinción entre las formas de racismo, con sus correspondientes modalidades de odio.

 

Cólera

Según Lacan, el odio – al igual que las demás pasiones relativas a lo simbólico – debe distinguirse con claridad de la cólera como irrupción de lo real que surge cuando, en una trama simbólica bien establecida, las clavijas dejan de entrar en los agujeritos (según la expresión de Péguy). Ello no significa que odio y cólera carezcan de relación – se puede pasar de uno a otro. ¿Pero cuál es la especificidad de la cólera? Este afecto no fue objeto de una atención especial por parte de Freud, pero en los Estudios sobre la histeria Breuer lo vinculó con la ruptura de la asociación y con la pérdida del sentido[4] – algo que hoy caracterizaríamos como un quiebre en el enlace entre S1 y S2. De hecho, Lacan considera que ningún afecto y ninguna pasión, de la angustia a la cólera, puede comprenderse sino en relación con el significante.

Luego, resaltamos que si la cólera, como irrupción de un real, está necesariamente vinculada al significante, diferenciarla de la violencia nos lleva a constatar que ésta puede ser la consecuencia de aquella, en la medida en que la separación respecto del Otro puede llevar a un cortocircuito donde la palabra falta al discurso.

 

Indignación

De la tríada que nos ocupa en este Encuentro Americano, la indignación fue la última en interesar a los psicoanalistas, a pesar de que ella se define en referencia a la dignidad, que desde siempre ha sido objeto del interés analítico.

Lacan entiende la indignación como respuesta ante una afrenta a la dignidad, tal como lo indica al comentar el choque, sufrido por Hamlet, entre la iniquidad del goce materno y el ideal encarnado por el padre asesinado.

Pensemos las pasiones del ser como pasiones del lazo con el Otro: amar al Otro, odiar al Otro, ignorar al Otro. De las tres, la ignorancia es la más próxima a la indignación, ya que ignorar al Otro puede ser el ataque más radical a su ser y, debido a ello, indigna. Por otro lado, alguien indignado no necesariamente es violento, u odia, o monta en cólera, de modo que la indignación tiene una especificidad que merece ser interrogada.

Lacan destaca que la raíz de ágalma se vincula con el verbo agaíomai, que significa estar indignado, y lo hace en un momento en que el ágalma caracteriza a la singularidad; más aún, observa que la singularidad es la relación erótica privilegiada con un objeto que salva nuestra dignidad al hacer de nosotros una cosa única, incomparable[5], y tempranamente hace mención de intervenciones capaces de restablecer el sentimiento de la propia dignidad[6]. En consecuencia, la indignación ha de estudiarse en su doble relación con la dignidad y con su reverso, la indignidad.

En efecto, sabemos que la pérdida de la dignidad suele ser, desde siempre, motivo de análisis, y de hecho la indignidad puede caracterizar la posición inicial del sujeto en sus lazos sintomáticos. En nuestra práctica, podemos encontrar a individuos que llegan al análisis a partir de la ruptura provocada en sus vidas por ciertas posiciones indignas desencadenadas por la violencia de la segregación u otras causas.

Hemos dicho que la indignación es el afecto que nos embarga cuando nuestra singularidad es cuestionada, desconocida o rechazada, y por lo tanto hay que interrogar la relación entre la dignidad y esa singularidad que Freud llamó der Kern unseres Wesens, el núcleo de nuestro ser[7].

Correlativamente, el carácter digno o indigno de la posición del sujeto en las relaciones amorosas se torna un indicador del progreso de su análisis, un índice ético-clínico del punto al cual llegó en él. Si el sujeto soporta su singularidad con dignidad y ya no precisa sacrificarla en el altar de sus lazos amorosos, puede decirse que su análisis valió la pena. Interrogar la indignación, cuando ésta denuncia una afrenta a la dignidad, es entonces un modo de interrogar el análisis mismo[8].

Para concluir, la trama formada por estos tres significantes debe ser explorada en sus relaciones, así como en sus puntos firmes. Se plantea una cuestión ética que va desde la categorización de la dimensión del odio, pasando por la irrupción del real del goce que caracteriza a la cólera, hasta lo que aquí llamaríamos la conquista, por parte del sujeto, de la dignidad de su síntoma.

Luiz Fernando Carrijo da Cunha (EBP) – Coordenador
Gerardo Arenas (EOL)
Gustavo A. Zapata Machín (NEL)
Comisión científica del IX ENAPOL

NOTAS

  1. Lacan, J., “Radiofonía”. Otros escritos. Buenos Aires: Paidós, 2012, p. 436.
  2. Miller, J.-A., “Una fantasía”, Punto cenit, Buenos Aires: Diva, 2012, p. 41.
  3. Lacan, J., El seminario, libro 20, Aun. Buenos Aires: Paidós, 1981, p. 118.
  4. Freud, S. y Breuer, J., Estudios sobre la histeria. Obras completas, Buenos Aires: Amorrortu, 1991, t. II, pp. 212-214.
  5. Lacan, J., El seminario, libro 8, La transferencia, Buenos Aires: Paidós, 2003, pp. 167, 199.
  6. ______, “La psiquiatría inglesa y la guerra”. Otros escritos, op. cit., p. 122.
  7. Arenas, G., En busca de lo singular. Buenos Aires: Grama, 2010, p. 140.
  8. ________, La flecha de Eros. Buenos Aires: Grama, 2012, p. 150.

Comisión científica del IX ENAPOL

Responsables por la NEL para el IX ENAPOL:

  • Gustavo Zapata: Comisión científica
  • Viviana Berger: Comisión de organización
  • Adolfo Ruiz: Comunicaciones