ESCUELA

Reseña del primer testimonio de Raquel Cors Ulloa

María Hortensia Cárdenas

“27-28-Uno”

Raquel Cors Ulloa

En el testimonio de Raquel que escuchamos en las X Jornadas de la NEL, en Octubre de 2018, titulado “27-28-Uno”, tenemos la lógica con la que puede aislar los elementos primordiales de su trayectoria analítica, que terminan haciendo letra a partir del Uno. El testimonio muestra cómo a partir de una tristeza de fondo que no se ve puede empezar un cuarto recorrido, vivido con agonía. El analista señala que serán entrevistas postanalíticas y empieza un apurado final hasta que contingentemente puede producirse una satisfacción inédita que toma el estatuto de sinthome.

La narración del testimonio da la impresión de estar hecho de piezas sueltas (no es un relato lineal, cronológico) que se van anudando hasta la sorpresa del final cuando se topa con el agujero a falta del 29.

Raquel ubica como acontecimiento de cuerpo a un movimiento como si estuviera a punto de saltar que le resultaba divertido, que contrasta con la agonía del final que vivía. Es el entusiasmo del final, dice el analista. Para Raquel las cosas sucedieron muy rápidamente y ella pidió al analista parar. Él respondió: no hay vuelta atrás. La presencia del analista y su persistencia en la urgencia la llevaron al final. El analista la empujaba sin soltarla en la lógica del apuro para llegar al final. Algo importante que transmite Raquel es que el final no tiene que ser ni triste ni dramático. Ella había vivido este último trayecto con esa tristeza que duele para arribar al salto, al movimiento que la saca del destino de la niña que casi se muere, de haberse quedado en ese estado de sufrimiento fetal y ser una sobreviviente que ha superado la marca fatal. Es un más de vida.

Raquel indica a los fierros como un S1 primordial: ella le pesa al otro a modo de síntoma que no cesa de escribirse. Están las coordenadas de su nacimiento: el sufrimiento prolongado del trabajo de parto, el cuerpo desarticulado cuando nace que necesita de yesos en las caderas y brazo (necrosis) y férulas en las piernas. La marca fatal es que va a morir y el deseo de la abuela la salva: será linda, inteligente y buena. Es la ficción con la que se arma para sobrevivir.

Identificada al objeto que le pesa al Otro, se fija un goce que se constituye en distintas maneras de sufrir en soledad: silencio, inhibiciones. No se hacía escuchar pero se hacía mirar. Identificada a un rasgo de su madre, ella se mostraba fuerte e independiente, una identificación fálica que, con los duelos por la muerte de sus familiares, y una crisis matrimonial, produjo una caída que la desarmó. Hacer uso del objeto mirada perdió su fuerza.

Se siente molesta porque el análisis no movía todo el malestar y se escucha decir en el diván: Siento que mi análisis va mal, por lo que digo, por lo que hago y por lo que tengo. La analista se sacude el cabello llevándolo a la cara, se tapa los ojos con la agenda y en silencio la acompaña a la salida. Los efectos no se hicieron esperar: Raquel pudo precisar la frase fundamental fantasmática: bien visto, mal visto, no visto. Esto fue lo que se fijó en su fantasma satisfaciendo la pulsión, todo su mundo enmarcado en lo bien visto, en lo que se hace y no se hace.

Su programa de goce, síntoma y fantasma quedaron definidos. El problema surgió cuando a raíz del duelo queda triste, decaída y sin el asidero del deseo del Otro. Se termina la seguridad fantasmática con la que se movía en el mundo y, como dice Raquel, lo real del objeto mirada y el objeto voz quedaron sueltos

Cómo consigue salir de este programa: sigamos el hilo con el que nos lleva Raquel a comprender su salida, tomemos las piezas sueltas del proceso.

Un momento es cuando puede dar una vuelta más a la ocasión en que tambaleó su matrimonio, se sintió desgraciada. El analista agrega: desgraciada y niña. Eso le permitió el desinvestimiento libidinal de la marca traumática, tuvo que soltar a la niña, separarse de ella.

Otro momento fue la necrosis en la nariz, un agujero sin diagnóstico que revivió la necrosis en el brazo en la infancia cuando casi pierde el brazo. Perder un pedazo de la punta de la nariz fue el saldo en contra.

El cuento de Kafka con la puerta abierta solo para ti, que en el cuento nunca tuvo la fuerza de cruzarla y muere. Es lo que le permite a Raquel atravesar la puerta. Los sueños no pierden su efecto con el paso del tiempo: el sueño de 10 años atrás permite este solo para ti singular.

El sueño del final, cuando logra librarse de la muerte, se agarra de los brazos del analista para luego soltarse, saltar y salir. No solo se suelta del analista al final sino que, como ella dice: el analista le permitió soltar las horribles identificaciones de esa niña que casi muere. El psicoanálisis la salvó de no ser un falo muerto.

Una vuelta final a las coordenadas de su nacimiento. Los dolores de parto de su madre fueron el 27, 28 y 29 de mayo. Raquel cae en cuenta de las fechas en la penúltima sesión cuando es febrero y tiene las últimas sesiones, el 27 y 28 y no hay el 29. Lo que se escribe en ese momento es lo Uno, una letra, una cifra sin sentido. Es ahora lo que queda por hacer: 27, 28, Uno, sin dos. Toda la lectura del caso nace del número 29 pero cuando ya no está, por la contingencia, es lo Uno, es el renacer, ya no está la Raquel del 29 y nace con lo Uno. Son los pasadores que le dicen que es un más de vida, una voz viva. Raquel se sirve de lo Uno sin dos para renovar siempre lo por venir, para inventar en cada ocasión. Lo Uno es lo que queda por hacer cada vez.

Con esto es suficiente, es el final producido por la decisión de llegar hasta este punto, pero no sin el analista como recuerda Raquel. Ella también dice que está convencida de que el pase tiene que revivirnos, cada vez, en la Escuela. Totalmente de acuerdo.