ESCUELA

X Jornadas NELcf

¿Qué madres hoy?

Vicisitudes en la experiencia analítica

Ciudad de México, 19, 20 y 21 de octubre 2018
Invitados: Marie-Hélene Brouuse, Angelina Harari, María Cristina Giraldo, María Josefina Sota F., Flory Kruger.

Argumento

No hay hijo sin madre. Todos, incluso bajo las múltiples formas que cada época y cada contingencia de la vida imponen, tenemos una madre. Es así que las historias de ser madre atraviesan la historia misma de la humanidad. Sin embargo, asumirse como madre no es algo del orden de lo natural. El surgimiento del psicoanálisis de la mano de Freud y la enseñanza de Lacan, echó luz sobre las múltiples aristas que hacen parte de esta función tan compleja a partir de las problemáticas surgidas de la experiencia analítica misma.

Es el Otro materno el que, con los ropajes que cada tiempo provee, se encarga de recibir al niño en el cuerpo a cuerpo que caracteriza los primeros cuidados que mezclan amores, deseos, miedos, angustias, satisfacciones, objetos de intercambio que van y vienen, palabras dichas, no dichas, huellas memorables que se encarnan en la lengua privada de cada niño. Las consecuencias de los cuidados que la madre ofrece ‒o niega‒ al cuerpo indefenso y dependiente de su hijo, delinean programas de satisfacción que se encuentran en la base de las construcciones fantasmáticas.

Freud enfatizó la importancia del amor materno cuando puso a Goethe como ejemplo de éxito por haber sido el hijo preferido de su madre. Asimismo, situó la maternidad como una de las salidas al problema de la feminidad, pretendiendo que la mujer compensara su falta imaginaria a través de un hijo. La experiencia le mostró el límite que objeta, sin invalidarlas, ambas propuestas. Por un lado, lo real marca esos primeros amores que tienen lugar entre la madre y el niño y por tanto la madre misma es un real para ese hijo y no solo una representación simbólica. Por otro, la salida por la maternidad dejaba para las mujeres algo sin resolver, la pregunta por lo que quiere una mujer.

Lacan enfatizó el deseo materno y llegó a situarlo no en la vía de la madre sino de la mujer, extremando las fallas que esta solución compensatoria evidenciaba. Las marcas de lo real en este amor están dadas por ese Otro goce, femenino, que no alcanza a ser reabsorbido por la maternidad y aparece opaco, silencioso, indescifrable. Lacan usó la palabra estrago para referirse a la relación con el deseo materno y lo graficó con el hijo y la hija dentro de la boca abierta de un cocodrilo a punto de cerrarse, imagen que ilustra que el goce jugado aquí tiene sus riesgos. Pero es también desde esa opacidad riesgosa que el niño podrá producir una respuesta única, un decir propio sobre ese enigma.

El amor de una madre, con todos estos pliegues y texturas, humaniza al niño introduciendo en él la dimensión de la lengua materna cuyos efectos ‒inconscientes‒ acompañarán al hijo toda su vida. La feminidad de la mujer que es cada madre podrá mostrar su cara feroz, caprichosa, omnipotente. O, poniendo en juego el no-todo desde el cual pueda surgir un amor más singular, más creativo, menos aprisionado, dar lugar a la potencia creadora del hijo que no es ni más ni menos su posibilidad de hacer síntomas con los cuales inventarse una vida vivible.

Sin dudas el padre juega también su partida a la hora de prestar-se en el intercambio que anude para cada quien las vicisitudes del amor, el deseo y el goce. Los efectos que verificamos de la declinación de su función favorecen la primacía de la madre, en su versión más desregulada. Nuevas feminidades y nuevas virilidades tienen lugar en una escena familiar que se multiplica en versiones que no son como eran, y para las que es necesario encontrar nuevas respuestas.

La reivindicación de los derechos de la mujer en nuestro tiempo y su ascenso en el ámbito social, ponen en cuestión la función que tradicionalmente se le asignaba como cuidadora del hogar y de los hijos al punto de elevar, en algunos casos, a la categoría de ideal el abstenerse de la maternidad. O por el contrario, plantear a quien se ponga como interlocutor oportuno ‒la ciencia, el discurso jurídico, o el mercado incluso‒ la demanda implacable: ¡Quiero un hijo! Asimismo, las nuevas configuraciones familiares favorecen la asunción de la función materna en otros sustitutos de tal forma que escuchamos a los niños decir por ejemplo: "Él es mi madre" o "Ellos lo son", "Tengo dos mamás", "Hijo de nanas" o "Hijos del Ipad", "Mi abuela es mi madre", "Mi madre biológica", "La donante del óvulo", "La madre del vientre", "La madre del corazón", y muchos etcéteras que pueblan los relatos. Que madre hay una sola, ya nos advertía Mafalda, es algo que en todo caso habrá que demostrar subjetivamente, uno por uno, caso por caso.

¿Qué madres hoy? Vicisitudes en la experiencia analítica, es la convocatoria a un trabajo que lanzamos desde ahora y que tendrá su punto de arribo en nuestras próximas Jornadas. ¡Todos concernidos! ¡Todos invitados! ¡Cada uno bienvenido!

 

Ejes temáticos:

  1. Deseo de madre / Deseo de mujer.
  2. Estrago materno.
  3. ¿Locura materna?
  4. La ciencia, lo jurídico: los cuerpos de la maternidad.

 

Comisión científica

Marcela Almanza, Ana Viganó, María Hortensia Cárdenas y Gloria González